8.15.2007

La sexta extinción

¿Fruto del hombre o la naturaleza?
Las plantas y los animales del Planeta Tierra se mueren a millares. El ritmo de desaparición es tan veloz que ya se compara con la extinción de los dinosaurios, y por ese motivo se ha bautizado a este proceso como la sexta extinción masiva. Aparentemente el proceso parece natural, pero tras analizar cada especie amenazada, el dedo de la naturaleza apunta al hombre. Aún así, hay científicos que aseguran que las extinciones están marcadas por los ciclos naturales.
La Comisión Europea presentó recientemente un informe en el que asegura que una de cada seis especies de mamíferos del antiguo continente está bajo amenaza de extinción. Y la situación es más crítica si nos referimos a los mamíferos marinos europeos, de los que calcula que el 22% está amenazado de extinción. Concretamente, nuestro país es el segundo con el mayor número de especies amenazadas, terrestres y marinas, con el lince ibérico a la cabeza, del que quedan menos de doscientos ejemplares. La Comisión Europea ha considerado estos datos como alarmantes, teniendo en cuenta además que un cuarto de las especies ha visto disminuida su población en más del 33%. Pero esto es sólo una parte de lo que está sucediendo en el planeta: 15.589 especies animales y 60.000 especies vegetales están en riesgo de desaparecer. De hecho ya hemos perdido el 45% de los bosques y el 10% de los corales. Actualmente están bajo amenaza de extinción la cuarta parte de los mamíferos, un tercio de los anfibios y el 12% de las aves. Se están muriendo animales antes de que los conozcamos, principalmente marinos, porque aunque están catalogadas 1,8 millones de especies se calcula que existen entre 10 y 30 millones. Hay quien apunta que hasta cien. Los científicos y los ecologistas por una vez están de acuerdo y aseguran que estamos sufriendo una extinción de especies de tal calibre que sólo es equiparable a la desaparición de los dinosaurios.
¿Existen las extinciones cíclicas?
Basándose en los fósiles encontrados, se sabe que en el planeta ha habido anteriormente cinco extinciones masivas. Debido a la pérdida de biodiversidad que está teniendo lugar en la actualidad, se conoce este proceso como ‘la sexta extinción’. La anterior fue la conocida desaparición de los dinosaurios, que los científicos afirman que se produjo por la caída de un gran meteorito junto a México, a la vez que en el extremo opuesto de nuestro planeta había una masiva erupción volcánica.
Muchos son los que buscan un patrón natural en las extinciones. Los últimos han sido dos físicos de California. Intrigados por saber si las extinciones seguían una pauta definida, hicieron un exhaustivo estudio que publicaron en Nature en 2005. Basándose en el registro fósil, llegaron a la conclusión de que cada 62 millones de años hay una extinción biológica en el planeta. Analizadas varias hipótesis que intentan explicar el ciclo, como las oscilaciones del sol respecto al plano de la galaxia o alguna forma periódica de vulcanismo, los dos físicos especulan con que casi todas las extinciones fueron producidas por la colisión de un asteroide. Estamos al final del próximo ciclo para el que faltan unos dos millones de años, pero una extinción ha comenzado ya. En este caso, el dato alarmante es que la mayoría de los científicos consideran que mientras que los procesos anteriores fueron generados por algo natural, éste ha sido provocado por el hombre. Excepcionalmente en el planeta, una sola especie está consiguiendo eliminar al resto. El biólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, Vicente Fouces Sáez, estima que el Homo Sapiens puede haber exterminado ya a la mitad de las especies vivientes que le eran contemporáneas.
Para los expertos, el principal punto origen que genera la reducción de las especies es la degradación del suelo. Y esa degradación la hemos provocado los humanos debido a la explotación agrícola y ganadera, los usos urbanísticos o la deforestación. Otra de las causas es el comercio de especies exóticas, que WWF-Adena considera el tercer negocio ilegal más rentable, sólo por detrás del contrabando de armas y del narcotráfico. La caza indiscriminada y la sobrepesca son otros de los factores. Fernando Valladares, investigador del CSIC y Doctor en Ciencias Biológicas, lo resume así: “Indudablemente la desaparición masiva de especies a la que asistimos se puede relacionar directamente con la acción del hombre. Sabemos que muchas actividades humanas amenazan directamente la viabilidad de las poblaciones de muchas especies. La contaminación, la degradación del hábitat y la fragmentación se suman a la persecución directa de las especies -como la caza o la recolección- por parte del hombre. Y existen acciones humanas que llevan a la extinción de especies de forma indirecta, por ejemplo con la introducción de especies exóticas o de plagas y parásitos. Todo ello ha dado ya lugar a numerosas extinciones en las cuales la responsabilidad humana está bien documentada”.
De modo que aunque muchos se afanan en encontrar una regularidad en extinciones anteriores, la mayoría de los investigadores concluyen que los modelos no servirán para solucionar el presente, puesto que no hay precedentes de que una sola especie haya acabado con las demás.
Las extinciones anteriores fueron generadas por procesos naturales. Esta ha sido provocada por el hombre.

Luchas frustradas
Pese a que los ecologistas llevan años alertando de la pérdida de especies, esta batalla saltó a la palestra en 1992, durante la Conferencia sobre la Biodiversidad de Río de Janeiro (Brasil). Las conclusiones las firmaron 188 países, pero los objetivos marcados fueron ignorados por todos en las seis reuniones posteriores a pesar de que en 2010 los planes deberían estar en vigor. El pasado año la ONU volvió a reunirse en Brasil para revitalizar el proceso. La toma de decisiones sigue en el aire. Mientras tanto la maquinaria que da lugar a la extinción no para. Y lo que se pierde no son ‘simplemente’ plantas y animales, es todo el equilibro planetario, nuestro alimento y los medicamentos, que se basan en un 70% en elementos naturales. En cadena caerá la economía. “Con la pérdida de biodiversidad -aclara Valladares- se pierde información genética y funcionalidad de los ecosistemas. Las especies son engranajes de los sistemas naturales, los cuales nos proveen de numerosos bienes y servicios, desde el aire o el agua, hasta diversas cuestiones de índole socioeconómica, cultural e incluso religiosa. Cada especie tiene un papel, y en ocasiones el sistema puede seguir funcionando sin algunas especies, pero a medida que se empobrece en especies, el riesgo de colapso aumenta. Es decir, un sistema empobrecido tiene más riesgo de dejar de funcionar y por tanto de dejar de darnos los bienes y servicios a que nos tiene acostumbrados”. Por ello, aunque muchos no entienden que se destine tanto dinero a intentar parar la pérdida de biodiversidad mientras hay humanos que se mueren de hambre, la realidad es que está en juego la supervivencia de la especie. Para Valladares, “las razones para invertir en salvar especies son múltiples, algunas pasan incluso por el hecho de que la vida de los humanos depende de millones de otras especies que mantienen los ecosistemas operativos. No sabemos bien el papel de todas y cada una de ellas, pero sí conocemos que casi todas, si no todas, hacen falta para que el ecosistema funcione. Hay razones éticas para salvar especies que forman parte de un mundo que no nos pertenece sino que tenemos como un préstamo de las generaciones futuras. Debemos devolver el mundo tal como nos lo encontramos o mejor. Pero incluso por egoísmo, si queremos un planeta que funcione y nos permita vivir debemos conservar la diversidad de especies que lo pueblan”. Julia Marton-Lefèvre, directora de la Unión Mundial de la Conservación, afirmó durante la presentación del informe de la Comisión Europea que “aún estamos a tiempo de invertir esta tendencia”. No hay datos claros que confirmen que se puede parar este proceso que hemos generado durante años, pero sí que se pueden frenar extinciones concretas. En palabras de Valladares: “Siempre se está a tiempo de evitar al menos parte de los males. Quizá no podamos evitar la extinción de muchas especies cuya desaparición en realidad ha comenzado ya. Pero es mucho lo que podemos hacer para evitar que nuevas especies entren en categorías de riesgo alto de extinción. Conservar los hábitats naturales y frenar nuestro ritmo de explotación de recursos ayudaría mucho en esta tarea. La especie humana tiene una responsabilidad doble. La primera por ser la causa de la nueva extinción que podría darse de seguir las cosas así. La segunda, porque los efectos de esta extinción los sufrirá nuestra propia especie. Por tanto, parece sensato intentar hacer algo al respecto”.
La extinción en España
Desde WWF-Adena se lleva a cabo desde hace años un programa activo de recuperación de especies. Su niño mimado es el lince ibérico, especie endémica que sólo vive en la Península Ibérica donde quedan menos de doscientos ejemplares. “Es el felino más amenazado del mundo”, confirma Luis Suárez de WWF. Su trabajo se completa con protección al águila imperial ibérica, muy afectada por el impacto del veneno y de la que sólo existen poco más de doscientas parejas; o el oso pardo del que hay unos 120 ejemplares en la Cordillera Cantábrica y una veintena en los Pirineos. Su trabajo se extiende al visón europeo y el urogallo, que viven en varios países de Europa. Y de su acción protectora tampoco se libra el mar: “Trabajamos en proyectos que disminuyan el impacto de las capturas accidentales de tortugas por parte de los pescadores, poniendo en marcha distintos aparejos. Con los cetáceos de las Canarias nos centramos en dos temas que causan una mortalidad importante: las maniobras militares que suelen utilizar sonares y aparatos de ecolocalización con unas frecuencias que hacen varar a las ballenas por culpa de la desorientación. Y pretendemos minimizar las molestias que les ocasionan la navegación y la observación de cetáceos”. El objetivo final es lograr un santuario de cetáceos en Canarias. “Aparentemente el hombre no tiene nada que ver con la extinción, pero en realidad es el que está desencadenando todo el proceso. No hay actualmente ningún proceso natural -aclara Suárez desde WWF-Adena-. Lo común con las extinciones anteriores es que se está produciendo un incremento en la velocidad de la tasa de extinción, como consecuencia el proceso se está acelerando. Por lo tanto hablamos de una extinción masiva, pero la diferencia es que el causante es el hombre con su actividad constante en el medio”.
Texto: Marta Iglesias

8.03.2007

Hallaron el culpable

Este es parte de un monólogo de Tato Bores que, a pesar de haber transcurrido varios años de su partida, conserva aún esa actualización de lo profético porque al releerlo parece que no pasó ni el aire.

- La culpa de todo la tiene el ministro de Economía, dijo uno.
- ¡No señor! Dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. La culpa la tienen los evasores.
- ¡Mentiras! Dijeron los evasores mientras cobraban el 50% en negro y el otro 50% también en negro. La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuestos.
- ¡Falso! Dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. La de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.
- ¡Pero por favor! Dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. La culpa de todo la tiene la patria financiera.
- ¡Calumnias! Dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días. La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral.
- ¡Se equivoca! Dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba “ Haga su propio curro” pero que en realidad, sólo contenía páginas en blanco. La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público.
- ¡No es cierto! Dijo un empleado público mientras con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero. La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.
- ¡Eso es pura maldad! Dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso. La culpa de todo la tienen los dueños de las tierras que no nos dejaron nada.
- ¡Patrañas! Dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo. La culpa de todo la tienen los comunistas.
- ¡Perversos! Dijeron los del politburó local, mientras bajaban línea para elaborar el duelo. La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista.
- ¡Verso! Dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad. La culpa de todo la tienen los fascistas.
- ¡Malvados! Dijo un fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el librero. La culpa de todo la tienen los judíos.
- ¡Racistas! Dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano de Once. La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.
- ¡Blasfemia! Dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote. La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios.
- ¡Error! Dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruidos y mucho más barata. La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos.
- ¡Infamia! Dijo un padre mientras trataba de recordar cuántos hijos tenía exactamente. La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir
- ¡Me ofenden! Dijo un ladrón que arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren. La culpa de todo la tiene la policía que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante.
- ¡Minga! Dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba. La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra.
- ¡Desacato! Dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas fojas que luego, a la noche, volvería a descoser. La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y salvadores de la patria.
- ¡Negativo! Dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana. La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo.
- ¡Ustedes están del coco! Dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir. La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron.
- ¡Embusteros! Dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas nada mejor que una buena guerra mundial. La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios.
- ¡Censura! Dijo un periodista mientras con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día. La culpa de todo la tiene el imperialismo.
- Thats not true! ( ¡ Eso no es cierto! ) Dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida. The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat. (La culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato).
- ¡Infundios! Dijo un cipayo mientras marcaba un plano las provincias más rentables. La culpa de todo la tiene Magoya.
- ¡Ridículos! Dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.
- ¡Cobardes! Dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces.
- ¡Paren la mano! Dije yo mientras me protegía detrás de un buzón. Yo sé quién tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene EL OTRO. ¡El Otro siempre tiene la culpa!
- ¡Eso, eso! Exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene EL OTRO.
- Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos de dejar de pensar:

¡Que flor de guacho resultó ser el otro......!

Yatay Producciones Imágenes by Rubén

8.02.2007

Agricultura natural: “labranza cero” sin agroquímicos


"La cosecha según Tobías Ayun", por GAIA

Vivimos en un mundo que en poco más de un siglo ha llevado hasta el límite de su agotamiento los enormes depósitos de combustible fósil creados por la tierra a través de miles de millones de años. En lenguaje financiero (hablando en plata), hemos estado viviendo del consumo de capital global de una manera desenfrenada que llevaría cualquier negocio a la bancarrota. En un escenario descendente de energía se hace clave el rediseño de los sistemas de producción y consumo, reduciendo y prescindiendo de las energías tradicionales. Los sistemas agroforestales que se diseñan desde una concepción permacultural se basan en utilizar la máxima biodiversidad posible (en comparación con monocultivos corporativos) utilizando muchas especies poco comunes, en gran parte climáticamente marginales. Estos factores hacen a los sistemas productivos más estables a los cambios climáticos, así como estables en un futuro de baja energía. La adaptación a la merma energética depende de un balance dinámico de valores y conocimiento contextual concreto, en lugar de cruzadas del bien contra el mal o soluciones simplistas universales. Encontrar o reencontrar sistemas agroforestales que sean eficientes en la ecuación energética resulta clave para diseñar una sociedad que pueda sobrevivir a las fuertes crisis que se están iniciando. Mientras la agricultura tradicional es un sistema intensivo de trabajo y la agricultura industrial necesita energía intensiva, los sistemas de diseño de permacultura establecen sistemas intensivos de información y diseño específico y concreto. La clave entonces para una agricultura regeneradora y generadora de más suelo es emplear la fertilidad silvestre-natural que pueda brindar el suelo que estamos utilizando. No podemos mantener ni mejorar el suelo si desestabilizamos la rizósfera. En prospectiva, la permacultura se orienta a lograr una agricultura de mínimo uso de insumos y cero costo de petróleo.
Un suelo no traumatizado, es decir, no removido ni horadado por la labranza tradicional, presenta un balance sutil de miles de microorganismos, desde bacterias, hongos, invertebrados, etc. Todos estos organismos participan de un proceso sinérgico y dinámico que constantemente crea suelo. Cuando se aplica este tipo de labranza cero, las lombrices de tierra comienzan a reproducirse y mueven el suelo, y a medida que va pasando el tiempo, en lugar de ponerse cada vez más dura, muy lentamente, la tierra se vuelve más esponjosa. Precursores modernos de estos criterios son el biólogo japonés Masanobu Fukuoka y Marc Bonfils quien demostró la auto-fertilidad por la producción de cereales. Los microbiólogos Alan Smith y Elaine Ingham presentaron evidencias contundentes sobre la necesidad de detener la alteración del suelo y su agotamiento por el laboreo tradicional, fundado en el hecho de que al mover la tierra se produce una reacción química que ocurre cuando los gases atmosféricos entran en íntimo contacto con el suelo en perjuicio de su calidad. El precio que se paga por ello es muy alto: grandes pérdidas de materia orgánica que obliga a agregar compost y abonos verdes año tras año.
Las plantas y el suelo son un solo organismo
La salud de las plantas depende de substancias como el etileno, que permite mejorar la asimilación de hierro y otros elementos. Cuando el ciclo del etileno se altera por el laboreo y el uso de químicos, el suelo pierde fertilidad y los cultivos son propensos a enfermarse. Los vegetales son las “antenas” del suelo, capturando luz y creando sólidos, materia orgánica y vegetal desde el espacio superficial. A su vez, las hojas actúan como células fotovoltaicas, absorbiendo luz y produciendo energía. En estos sistemas naturales, las plantas son creadoras de suelo. Al contrario, en la agricultura convencional éstas actúan destruyendo el suelo por el efecto del laboreo; y en la agricultura industrial (la propagandizada “siembra directa”), la destrucción sucede por la sopa de agroquímicos asociada, que mata toda forma de vida y pulveriza la estructura del suelo.
La permacultura sostiene que el suelo nunca debe ser forzado ni abierto, ni siquiera para agregarle el mejor de los compost. Aquello que se decida agregar al suelo sólo puede ser colocado sobre su superficie mediante el mulch (cobertura), y el sistema del suelo se encargará de absorberlo en su masa. En tal sentido, no es necesario fertilizar el suelo porque éste se mantiene a sí mismo por “auto-fertilidad”. Por ejemplo, en lugar de sacar todas las plantas y dejar el suelo desnudo durante el invierno, se dejan algunas plantas y todas las raíces ya que su descomposición es un recurso continuo de materia orgánica, que además evita los efectos de la erosión. Si bien este sistema podría llevar a pensar en una “agricultura del no hacer”, por el contrario, requiere de mucho para hacer, fundamentalmente, establecer una sucesión de cultivos donde sea tan importante lo que se cosecha como lo que se deja en la tierra; y diseñar un plan detallado indicando qué asociaciones de plantas y sucesiones son benéficas, prestando especial atención al tipo de raíces que el suelo recibe, combinándolas constantemente con fijadores de nitrógeno. Un ejemplo de auto fertilidad del suelo es el uso apropiado de acumuladores dinámicos, como por ejemplo el Confrey, una especie de origen ruso considerada un bombeador natural de fertilizantes. Esta planta tiene la capacidad de llevar sus raíces hasta 5 y 6 metros de profundidad desde el cual absorbe minerales que otras plantas no pueden alcanzar y los almacena en sus hojas. Esto permite cortar las hojas y colocarlas sobre la superficie del suelo como fertilizante. A su vez, especialmente en verano, esta planta tiene la capacidad de atraer insectos herbívoros y de este modo evitar que éstos ataquen a las plantas de cultivo; mientras tanto, cuando los insectos mueren los minerales que éstos absorbieron de la planta vuelven a la tierra.


La labranza cero de los monocultivos a gran escala dependientes de agro químicos, debido a la tremenda cantidad de herbicidas que se utilizan, hace que muera toda vida del suelo. Ciertamente, es una agricultura de no laboreo por el sistema de siembra directa, pero en contra de la vida. Un sistema permacultural, en cambio, es un ecosistema concientemente diseñado para permitir que todas las formas dinámicas de vida estén presentes en un suelo mientras se hacen cultivos, cualquiera sea su escala. Es preciso que hagamos la paz con el suelo, para poder lograrla también en la superficie de la Tierra

Algunos principios de la agricultura natural


· Sembrar y transplantar un rango de especies al mismo tiempo (herbáceas, arbustos, enredaderas, rastreras y árboles), cada una con diferente tiempo de cosecha.· Sembrar en forma densa para suprimir el crecimiento de malezas. Con la cosecha escalonada se va creando espacio para el desarrollo de otras plantas.· Minimizar o evitar el laboreo del suelo.· Utilizar especies diferentes con diverso tipo de hojas, textura, color, raíces, altura.· Cultivo de especies acumuladoras dinámicas para lograr el bombeo de minerales del subsuelo, actuando como especies fertilizantes.· Crear efecto borde en su máxima posibilidad, generando microclimas según lo permita el terreno.· La cosecha es parte del mantenimiento del sistema.

Por Dr. Gustavo Ramírez*