11.10.2007

El verdadero valor del anillo

“Vengo, maestro, porque me siento poca cosa. No tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?.

El maestro sin mirarlo le dijo:

Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… y haciendo una pausa agregó:
- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema como más rapidez y después, tal vez, te pueda ayudar.
- E… encantado, maestro – titubeó el joven – pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien asistió el maestro. Se quitó el anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándosela al muchacho, agregó:
- Toma el caballo que está ahí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió.

Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejecito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de otro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado y abatido por el fracaso, montó su caballo y regresó. ¡Cuánto hubiera deseado tener el mismo esa moneda de oro … Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

- Maestro – dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizá pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo.

- Qué importante lo que dijiste joven amigo – contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?, dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo quie ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con el anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- 58 monedas??? – exclamó el joven.
- Sí – replicó el joyero – Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé. Si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a cada del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
(Cuento de Jorge Bucay)

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